NIHONTO Y ARTE SAMURAI O LA SUBLIMACIÓN DE LA PERFECCIÓN.

 

Reflexiones sobre el papel de las armas y armaduras japonesas en el mercado del Arte.

 

Cuando la fascinación por un hecho trasciende lo real y alcanza cotas inverosímiles de credibilidad por la imposibilidad natural o racional de haber sucedido, es entonces, cuando se torna en mito, una historia que nos cautiva y embarga y que, a pesar de saber y ser conscientes de su imposibilidad o su utopía, de algún modo tratamos con inocente ánimo en buscar algún resquicio que lo sustente y nos anime a seguir creyendo en su quimérica realidad y así poder seguir alimentando nuestra ilusión como si fuéramos niños que siguen creyendo en cuentos de hadas.

 

Pero... ¿es posible un camino inverso?, ¿que la realidad trascienda más allá de las historias míticas y supere las gestas contadas o cantadas sobre algo?, sí, o al menos lo es en mi opinión, y es algo que a lo largo de los años he llegado a descubrir y confirmar con fascinación a través de la espada y las armaduras japonesas como manifestaciones de Arte puro y contenedores de una perfección absolutamente sublimada.

 

 Cuando hace años comencé mi camino de estudio y apreciación de estos objetos desde una perspectiva rigurosa con el fin de adquirir conocimiento de cara a iniciarme en el coleccionismo,  jamás imaginé que alcanzaría a tener un punto de vista de ellos semejante al descrito unas líneas más arriba, a analizar su realidad histórica desde una perspectiva académica y por supuesto nunca me llegué a plantear que les otorgaría el mismo estatus que a esas consideradas clásicas Artes con mayúsculas , arquitectura, pintura y escultura, que con gran placer y deleite analizaba en mis estudios de Historia del Arte, y llegado a este punto puedo afirmar comprender los sentimientos que el señor Stendhal experimentó en la sobrecogedora Florencia, canalizado en mí por una espada o una armadura samurái. 

Bien es cierto, como ya se ha dicho en múltiples escritos, que para un no japonés no iniciado y erudito en este campo, es difícil llegar a comprender los aspectos más metafísicos de lo que a priori consideramos un objeto meramente utilitario, un pedazo de acero concebido con el único fin de ser usado en batalla, para arrebatar o posiblemente con más acierto, proteger la vida de su portador.

 

Esta interpretación, no deja de tener cierto punto de lógica realidad, muy posiblemente cada pueblo o cultura, tal vez de forma innata o tal vez por la educación en la sensibilidad y aprecio de su acerbo cultural, desarrolla un especial sentimiento de admiración y respeto por los iconos que han conformado y configurado su historia, ensalzando sus valores de modo que sus sombras se proyectan más allá de lo puramente material. Es posible que esto suceda de un modo desmesurado con la icónica espada japonesa Nihonto, símbolo de una clase de guerreros cuya idealización a marcado un referente en la historia de las élites guerreras y que alegóricamente son identificados por la imagen de la katana, la parte por el todo, una parte que no pocas veces y en un desmesurado ejercicio de romanticismo, se ha convertido en su alma como si de una transubstanciación se tratara, para ser el símbolo del estatus de una casta preponderante, élite y referencia

de los designios de todo un país.

No obstante, la realidad es concluyente, y nos demuestra cada vez de un modo más palpable, que el coleccionista y estudioso no japonés, puede igualmente llegar a entender, comprender, amar y apreciar el sable japonés o el conjunto de la cultura samurái en los mismos términos de sentimiento, profundidad y pasión que cualquier japonés. Esto no es una conclusión extraída de la innegable pasión personal y el enorme aprecio por estos objetos de incuestionable carga artística, es una realidad perfectamente documentada en el mercado del arte actual, siendo el arte samurái un nicho cada vez más pujante de habitual aparición en los catálogos de las más importantes casas de subastas internacionales con una gran demanda, y con la espada japonesa Nihonto, como pináculo de excelencia y representatividad en demanda y cotización de cifras astronómicas de incluso millones de dólares en piezas de inmenso valor histórico.

 

El auge del interés y su bien aceptada y asumida concepción que actualmente están cobrando, y obtenida por derecho propio, como objetos de Arte con mayúsculas equiparables a cualquier obra pictórica, por mencionar el campo o materia que puede ser el rey del mercado del arte actual, se debe en gran medida a la buena y ardua labor de los aunque pocos, sí muy implicados estudiosos, especialistas y académicos occidentales, que han conseguido introducir y consolidar la especial idiosincrasia de estos objetos y comenzar a ubicarlos en el lugar preponderante que merecen en el mercado americano y europeo.

A su estatus de objeto de Arte mayúsculo, hay que sumarle estas particularidades que se han ido mencionando quizá sin hacer demasiado hincapié en ellas por el simple hecho de ser las propias de su naturaleza, las de objeto utilitario que en un momento concreto se utilizó o al menos se creó con uno o varios propósitos bien definidos. Esto, estética a parte, confiere a cada pieza un valor añadido propio del devenir histórico y "del polvo que el camino " que en ellas ha dejado, "un polvo", especialmente considerable y apreciado cuando se trata de ejemplos de excepcional valía por el periodo histórico y los acontecimientos en él transcurridos, la escuela productora, el maestro o el estado de conservación en el que hayan llegado a nuestros días, variables todas ellas que por separado o en comunión, exponencialmente incrementan la rareza, excepcionalidad y calidad de una determinada pieza y por ende su valor de cotización y deseabilidad.

 

Todo el conjunto de estas particularidades, convierten a estas piezas en objetos altamente coleccionables y deseables tanto por iniciados como por neófitos, principalmente por que en ellos se aglutinan tres de los principios esenciales que todo avezado y experimentado coleccionista valora y considera, y que podría resumirse en el trinomio Arte, historia y revalorización. Son muchos y variados los objetivos de un coleccionista, pero es una realidad irrefutable que el poder reunir tres aspectos tan esenciales como la estética, la fuerte carga histórica y el potencial de revalorización, convierten a un objeto en un perfecto objetivo para un amplio espectro de coleccionistas independientemente de cuál sea su motivación.

 

Como es lógico y como sucede en cualquier mercado, la cotización está sujeta a infinidad de factores que a la postre acaban determinando los precios. La fluctuación en el mercado existe del mismo modo que lo hace, por poner un ejemplo, en el mercado de los metales preciosos. Pero es un hecho que al margen de picos que vienen marcados por factores externos, son bienes que siempre parten de una posición de privilegio por su natural condición de productos exclusivos de gran estima y aprecio, algo que sumado a ser objetos de excepcional calidad perfectamente conservados con cientos de años de antigüedad, nos lleva a asegurar que el tiempo lo único que hace es afectar positivamente a su valoración. Dicho lo cual, ¿cómo afecta esto al mercado de las piezas modernas?. No demasiado, porque en el caso de la espada japonesa, la producción moderna tiene por sí misma unos criterios particulares de enorme consideración y estima estando los grandes maestros en el escalón más alto del pedestal de las artes.

Un shinsakuto, nombre con el que se denomina a una espada japonesa de producción actual, sólo puede estar realizado por un auténtico maestro licenciado y acreditado reconocido por el gobierno japonés, y dicho sea de paso, estos son los únicos autorizados a forjar espada bajo unos estrictos parámetros bien definidos y controlados. Todo lo que se salga de esa regulación, está tipificado como un delito grave.

 

Estas regulaciones se ciñen a asegurar una producción controlada que siga estrictamente los procedimientos tradicionales que durante siglos han regido la producción armamentística en Japón, sin concesiones a la modernidad y la industria, por lo que una pieza actual sigue los mismos mecanismos de excelencia en su creación que el de ejemplos con siglos de antigüedad. Por tales razones, se debe tener en cuenta, que estos maestros son artistas tremendamente considerados y respetados, desde los recién licenciados hasta los grandes maestros considerados incluso tesoros nacionales vivientes, cuyo trabajo, aunque sea actual , alcanza tales cotas de estima que su cotización puede alcanzar los cientos de miles.

 

El control y proteccionismo de estos atavismos, repercute indefectiblemente en la conservación de un minucioso, meticuloso y muy especializado sistema productivo basado en el aprendizaje directo maestro- alumno, sin atajos ni alteraciones. Como consecuencia se obtiene un producto de impecable factura en el cual además del talento creador, la inspiración y una dosis de espiritualidad creadora, se concentra una inmensa carga de especialización técnica, lograda tras el abnegado y profundo aprendizaje de varios años de transmisión directa de un maestro experimentado y preservador del conocimiento de linajes centenarios. El resultado, la excelencia y esa ya mencionada gran estima y cotización también por estas piezas, que a pesar de la modernidad, son la salvaguarda de un tradicionalismo de inmensa raigambre.

Todos estos factores son una garantía de inversión a corto o medio plazo. Bien es cierto que el mercado del arte en la actualidad tiene un sinfín de posibilidades de inversión, con artistas de niveles de cotización estratosféricos, pero cuya proyección a futuro es difícil de augurar, especialmente en los casos en los que su meteórico ascenso y repercusión mediática, ha determinado un valor de salida de sus obras muy elevado que se debe considerar como un punto destacado de cara a su potencial como inversión o más concretamente de futura revalorización. La obra de artistas como Hirst o Banksy, por nombrar ejemplos paradigmáticos de artistas en boga, referencia cualitativa y de la máxima cotización actual, pueden ser reflejo de esta inquietud. Su estatus y cotización en el panorama baten récords, pero ¿cómo les tratará el tiempo?, es complejo responder, y aunque se podrían buscar precedentes positivos y como he escuchado alguna vez , ¿acaso no se dijo lo mismo de Duchamp?, tras unos instantes de silencio siempre me respondo lo mismo,"sí es cierto, pero... no todo el mundo puede ser Duchamp", lo que no quiere decir que puedan llegar a serlo o lo sean ya, tal vez sólo el tiempo sabe lo que ocurrirá.

 

No es mi intención aquí analizar este punto de la proyección de los grandes artistas de fulgurante carrera al que ligeramente he abierto la puerta, tan sólo me he permitido utilizar este pequeño pensamiento en voz alta para apuntalar mí análisis sobre las bondades y puntos fuertes sobre el que se sustenta el mercado del arte samurái, armas y armaduras, pero desde luego que abrirla por completo sería algo a tratar tremendamente interesante para mí.

 

Esbozado el estado de la cuestión del mercado del Arte samurái, son muchas las conclusiones que poder arrojar, a mi parecer y desde mi experiencia personal de ya varios años inmerso en este campo de estudio, destacaría el gran auge e interés de los últimos años, que las armas y armaduras japonesas suscitan en coleccionistas de muy variada índole, tanto del iniciado, como del completo desconocedor que fascinado por la romántica y apasionante belleza y trasfondo histórico de estas piezas, comienza su andadura en el estudio y coleccionismo. Por otro lado, es innegable y especialmente destacable el potencial de revalorización de estas piezas, notable en aquellas de gran calidad por origen, historia y conservación, pues como se ha tratado de reflejar en las anteriores líneas, en ellas ha quedado depositado un pedazo de la apasionante historia que configuró los designios de una nación y son contenedoras de lujo del tradicionalismo y los ideales que ayudaron a cimentar el pensamiento común de un pueblo.

 

Ese auge e incipiente interés por estas piezas de arte, comienza a ser una patente realidad fuera de Japón, con excepcionales colecciones en América y Europa, en las que los ejemplos privados son en ocasiones de inmensa valía, por encima incluso que el de los propios museos, algunos de países como, Estados Unidos, Francia, Alemania,

Inglaterra o Italia, con colecciones en sus fondos de especial consideración con piezas de unas calidades equiparables a los grandes ejemplos japoneses y dignas de todo tipo de elogios para cualquier estudioso.

 

En España hay mucho trabajo por hacer y todavía y por desgracia no hay una cultura en esta materia lo suficientemente arraigada, lo que repercute en una mayor dificultad de hacer llegar esta realidad al potencial coleccionista. Esto es fruto de la ausencia de especialistas y de investigación en un tema del cual somos muy pocos los que tratamos desde el academicismo y el rigor investigador, una realidad fácilmente comprobable si se visitan las exiguas colecciones públicas de esta temática, y el inquietante estado de conservación de las piezas así como de la información que de ellas se da, errática, imprecisa y bastante desfasada en muchos casos. También está siendo bastante perniciosa en nuestro mercado, la irrupción de prácticas espurias por parte de comerciantes que sin ningún tipo de pudor ponen en circulación piezas de paupérrimas calidades como excepcionales ejemplos de calidad museística aprovechando este mencionado vacío de conocimiento.

 

No obstante, es esperanzador que cada vez está cobrando más fuerza el interés por él coleccionismo cimentado en el rigor histórico, apoyado en el trabajo de los que aunque pocos, muy implicados y abnegados investigadores especialistas que quieren colocar al Nihonto y al arte samurái, en el lugar de privilegio que le corresponde por derecho propio y por el enorme potencial en el mercado del arte que se ha tratado de manifestar en este escrito y que como se ha mencionado, es una patente realidad en el mercado internacional y copan innumerables páginas de los catálogos de las más afamadas y prestigiosas casas de subastas.

 

Por tal motivo y para concluir, me permito desde aquí y ya que tengo la oportunidad, invitar al lector a iniciarse en el estudio y admiración de estas piezas y por qué no, al coleccionismo de ellas tanto si las valora por si intrínseca belleza de objeto de Arte puro, como si lo que busca es la inversión en el mercado del arte, pues su capacidad de revalorización es una realidad que parece crecer cada año.

 

Una de las mayores satisfacciones que otorga el coleccionismo de este tipo de arte, es entrar a formar parte de un pedazo de la historia de la humanidad de un determinado momento y en relación con un determinado lugar, la responsabilidad que conlleva en convertirse en el protector de que ese pedazo de historia pueda seguir viviendo y que en el futuro continúe vivo para generaciones venideras, puede parecer pequeño aún siendo enorme, y aunque sea de un modo silencioso o secreto , habremos y seremos parte de esa historia que le han permitido perdurar en el tiempo.

 

 

                                                                                                                           Texto de:       Antonio Clemente Ferrero. 

                                                                                                                                                    29 de Junio de 2020.