Orígenes.
Al igual que un gran número de artes y manufacturas japonesas, los biombos, hunden sus raíces en la cultura China. Es la China de los Han (entre 206 a.C y 220 d.C) donde habría que ubicar el origen del biombo que posteriormente tan exitosa aceptación tendría en Japón, pues de este periodo dinástico chino son los ejemplares datados más antiguos y de los que se tiene referencia documental.
Obedeciendo a una traducción literal del termino japonés, Byôbu, podría ser traducido como “panel/pantalla de viento”, nombre lógico si se tiene en cuenta su principal y primigenia concepción de servir de cortavientos contra las corrientes que se originaban en las casas tradicionales japonesas, de grandes estancias diáfanas, corredores abiertos y ausencia de compartimentación, siendo esto último, la compartimentación de los grandes espacios, otro de sus cometidos debido a la ausencia de tabiques entre salas, tal y como es acostumbrado en una vivienda occidental.
Los byôbu se introdujeron en Japón en el siglo VIII, a finales del periodo Nara para posteriormente durante el largo y floreciente periodo Heian (entre el 794 y 1185), experimentar un proceso de evolución que afectaría significativamente en lo que a materiales de producción se refiere, así como a pasar del simple modelo de un sólo panel, a modelos complejos de múltiples paneles que necesariamente tendría como consecuencia la creación de modelos de formatos mucho mayores, adaptados perfectamente a los gustos y especialmente a las necesidades de los japoneses y las viviendas y estancias en las que serían ubicados.
Como se ha mencionado, durante el periodo Nara (646-.794), los primeros byôbu, eran piezas de
un sólo panel para ser colocados en pie de modo vertical sobre unas patas. Ya a finales del periodo siglo VIII, aparecerían los primeros ejemplos de paneles múltiples que se convertirían en una suerte de mobiliario esencial de la casa imperial con gran preponderancia y protagonismo en actos de alto contenido protocolario y ceremonial.
Estos paneles de seis paneles, se erigieron como modelos emblemáticos del final del periodo,
estando realizados mayoritariamente en seda, quedando los cuerpos conectados por cordeles de cuero o seda, para ubicarse la pintura principal en la zona centro del panel y estar enmarcada por un bello paño de seda brocada, todo ello a su vez fijado a un bastidor de madera.
Ya dentro del periodo Heian, durante el siglo IX, los byôbu cobrarían una enorme importancia,
convirtiéndose en piezas fundamentales del mobiliario de los grandes señores y casas de la nobleza, así como de los templos budistas y los santuarios. Se evolucionó en este periodo de los cordones de seda o cuero como elemento de conexión entre cuerpos, introduciéndose una característica innovación, las denominadas Zenigata, bisagras con forma de moneda que fueron desplazando e la técnica anteriormente utilizada.
El periodo Muromachi (1392-1568), es un periodo de cambios muy significativos. Los byôbu se
generalizan como elemento decorativo a la par que funcional de la vida cotidiana, del hogar y de los lugares públicos, pudiéndose ver tanto en las residencias de los grandes señores, templos o santuarios, como en comercios o viviendas más humildes, evidentemente la riqueza decorativa y la importancia de los artistas, son los factores principales que marcaba la diferencia entre la de unos lugares y otros.
Es en este momento cuando los byôbu sufren una mayor adaptación a la estética y particularidades de desarrollo propias y autóctonas del pueblo japonés. Las mencionadas bisagras metálicas, zenigata, son prácticamente desterradas para dar paso a una brillante solución de bisagras realizadas a base de papel como elemento de conexión, lo que permitía como principal novedad, el plegado de los paneles en ambas direcciones a parte de aligerar el conjunto.
A parte de estas dos mejoras de carácter técnico, su introducción supuso una revolución brillante en lo que a la estética se refiere, ya que la unión entre paneles se reducía sensiblemente, hasta el punto de convertirse en una linea inapreciable que como es evidente, permitía una fluidez mucho más armoniosa en la transición pictórica y por ende un resultado mucho más plástico y natural en la consecución del trabajo. Esta ruptura de las barreras verticales de separación entre paneles, tuvo como consecuencia la revisión de temas representados en los conjuntos, decidiéndose los artistas a realizar grandes programas paisajísticos y temas de gran suntuosidad que podían ejecutar en estos grandes “lienzos” ininterrumpidos que ahora tenían y que eran la base perfecta para el desarrollo de conjuntos de excepcional belleza tanto monocromáticos como de rico colorido. A parte de la revolución de las bisagras de papel, se sustituyeron los pesados bastidores de madera por otros realizados en un patrón de celosía de bambú que aligeraba sensiblemente los conjuntos haciéndolos mucho más manejables y transportables.
Los siguientes periodos, Momoyama (entre 1568 y 1602) y el largo periodo de los Tokugawa, periodo Edo (entre 1602 y 1868), son periodos de proliferación, asentamiento y esplendor del byôbu. Como muchas otras piezas de arte, se convirtieron en símbolos de estatus que los grandes señores Daimyo y los samurai de alto rango, exhibían con orgullo en sus residencias y mansiones.
Esto motivó un auge y florecer de riqueza en las técnicas y los programas decorativos e iconográficos. La introducción de láminas de oro Kinpaku y la riqueza en la policromía fue una constante, lo que además contribuyó a otorgar una mayor luminosidad a las estancias de los grandes castillos y residencias en las que se ubicaban.
El gran periodo de paz de Edo, fue esencial en el desarrollo de todas las bellas artes, la proliferación de una acaudalada clase burguesa de ricos comerciantes, fue capital en la demanda de todos los productos de lujo, un medio que les permitía equipararse con las élites, pues si bien no podían hacerlo por nobleza de sangre, el elevado poder adquisitivo les garantizaba una posición de respeto y prestigio dentro del escalafón social.
Con el fin del periodo Edo y tras la revolución Meiji, la producción de byôbu, entró en declive, cada vez se fueron perdiendo más linajes dedicados a su producción hasta casi su total desaparición.
En la actualidad la mayoría de byôbu moderno está realizado de forma industrial, por maquinas y procedimientos que distan mucho de los procesos tradicionales de antaño que conferían a estas piezas su excepcional belleza. Bien es cierto que quedan artistas que aportan su maestría a la elaboración de algunas piezas modernas, sólo existe en la actualidad una familia que mantiene viva la tradición en la elaboración integral de principio a fin del byôbu siguiendo los métodos tradicionales.
Texto de: Antonio Clemente Ferrero.
Publicado, 26 de Abril de 2018.